jueves, 31 de diciembre de 2009

A punto de terminar 2009

Desde principios de este año me mentalicé que al terminarlo escribiría una larga reflexión acerca de lo bueno y lo malo que me trajo 2009. Ya a finales de enero me había dado cuenta que este año no sería fácil, pero ahora que escribo esto me cuesta trabajo creer la cantidad de cosas que pasaron este año y lo realmente difícil que ha sido para mí terminarlo.

Este año ni siquiera lo empecé en México. A pesar de que 2008 lo cerramos con la peor crisis económica en 10 años puedo dar gracias de que la estabilidad económica de mi familia no se vio amenazada y nuestra calidad de vida no desmereció a lo largo del año a pesar de las circunstancias. Esto fue probablemente el aspecto más positivo de este año a nivel de mi familia.

El año 2009 lo recibí en San Antonio TX, la verdad no soy fanático de la mayor parte de la cultura gringa y puedo decir que hasta cierto punto odio a los gabachos, pero por azares del destino en esta ocasión las vacaciones familiares acabaron ahí. No hay mucho que decir acerca de ello, con el aumento del dólar el típico atractivo de Texas se vio enormemente demeritado, al grado de que las “compras de oportunidad” se limitaron a una wafflera y unas pocas prendas de descuento.

De la cena de año nuevo lo único digno de destacar fue la evidente frialdad de la mayoría de las familias americanas. Mientras en mi mesa brindábamos por el año que acababa de nacer tomándonos fotos que solo podrían describirse como “Gooei”, los gringos de las mesas aledañas, que difícilmente compartieron más de 3 frases en toda la noche, nos observaban con una mezcla de ternura y tristeza para luego continuar con la crema de nuez que comían con desgano.

A pesar de que me sentí feliz de tener una familia unida, no pude evitar sentirme mal por iniciar el año entre tantas personas cuyas miradas delataban su escaso vínculo familiar y evidente incomodidad por la situación. Recuerdo muy bien el sentimiento de vacio con el que empecé 2009 debido a aquellas miradas tristes de familias que quizá no debieron ser.

El semestre inició y yo comencé con una mayor apatía que la usual, en ese momento ya ni siquiera me emocionaba volver a ver a mis amigos de la facultad o aprender cosas nuevas. Estaba iniciando, sin darme cuenta, el periodo de depresión más fuerte que he tenido en mi vida.

Llegó el 14 de febrero, día en el que jamás he creído y muy pocas veces he realmente disfrutado. Esta ocasión me esforcé por encontrarle un significado, tal vez era una nueva oportunidad para mejorar las cosas y resolver los problemas de los que no podía o no quería darme cuenta. Por primera vez me aventuré a cocinar un pastel para esa persona especial, pastel que estuvo aderezado por una incipiente depresión que comenzaba a hacerse evidente en mis ojeras.

Situaciones extrañas siguieron a eso, nada parecía llevarnos a ninguna parte, los débiles intentos de mejorar eran opacados por sonrisas forzadas y palabras de resignación. Las disculpas se convertían en discusiones cada vez más fuertes y con menos sentido. Mi mente estaba sumamente agotada y pedía a gritos un descanso de tanto estrés y callejones sin salida.

La indiferencia terminó siendo un arma de doble filo que me permitía dormir pero que no evitó que el problema siguiera creciendo.

Llegaron los cumpleaños, el uno seguido del otro fueron un desastre bien disfrazado por la indiferencia, el alcohol y los “amigos” empeñados en pasarse un buen rato. Estoy totalmente seguro que en ambas ocasiones cada quién probó un pedazo de cielo y un bocado de infierno.

Ya hartos, agotados y sin otra salida aparente llegamos a un fin disfrazado de hasta luego.

La segunda niñez llegó de inmediato, fueron 2 semanas de alivio, no había presiones, no había discusiones, no había que darle razones a nadie; por fin pensaba en mí, en lo que yo quería y lo que me iba a hacer feliz. Hubo varias invitaciones a fiestas y reuniones a las que asistí feliz y despreocupado, no hubo reclamos… No hubo siquiera señales de vida…

La tercera semana fue cuando me cayó el 20, fue cuando realmente sentí la insoportable levedad del ser fue cuando me dije a mi mismo: “Se acabó…” y me tiré a la mierda… No podía creer que realmente las cosas pudieran terminar así, sin más.
“¿Por qué?” -Me repetía a cada instante- “Si las cosas no terminaron mal, ¿porqué no podemos ser de nuevo lo que alguna vez fuimos?”. Mis sentimientos no habían cambiado y la soledad me hizo darme cuenta lo mucho que la extrañaba y que no la quería perder.
“No puedo dejar que esto termine así” Me dije y tomé acciones para remediar las cosas.

Luego de eso quedamos de vernos al día siguiente…

Creo que nunca en mi vida había tenido una conversación más confusa, yo simplemente no pude entender las razones que escuché, los argumentos no tenían sentido. Sólo pude percibir que aquel juicio estaba nublado por el resentimiento y la ira hacia mí y hacia algo más que no alcancé a comprender. No hubo reconciliación.

Caí oficialmente en lo que ha sido la peor depresión de mi corta existencia, mis días se limitaban a hacer solo las actividades indispensables para mi supervivencia, dejé de comer, dejé de salir, dejé de hacer todo lo que me gustaba hacer, mi concentración bajó a niveles en los que no podía ni siquiera sostener una conversación con nadie. Mi atención e interés en la escuela estaban por el suelo, choqué estúpidamente el coche (por suerte no le pasó absolutamente nada), toda canción que escuchaba me ponía más triste, no podía siquiera salir a la calle pues todo me traía recuerdos, dejé de preocuparme por mi apariencia, pasé 3 días completos sin dormir y meses enteros sin una sola noche de sueño profundo debido a horribles pensamientos cíclicos sin respuesta que me atormentaban tan pronto ponía la cabeza en la almohada.

Inicié la búsqueda de respuestas en las experiencias de todas las personas que conocía, le conté brevemente mi situación a mucha gente; desde mis mejores amigos hasta perfectos extraños. Reanudé el contacto con muchas personas a las que llevaba años sin hablarles, casi todos se mostraron comprensivos ante mi situación y de cada conversación obtuve enseñanzas que me fueron ayudando gradualmente.

Aunque hacia lo posible por distraerme, durante más o menos 6 meses traje todo el tiempo en la mente el doloroso “¿Por Qué?” acompañado del amargo beso del quizá que yo mismo invitaba 2 o 3 veces al mes en forma de efímeras maneras de mantener el contacto.

Llegó el aniversario del hubiera… Nada… Ni siquiera un hola, ni siquiera la más mínima señal que me indicara que aún valía la pena esperar por algo que jamás llegaría. Fue uno de los días más negros de mi año, fue un día que simplemente pasó frente a mis ojos sin nada que lo hiciera demostrar su valía, quizá yo tampoco quería encontrarle ese valor, quizá ese valor ya ni siquiera tenía sentido, quizá fue mejor que ese día sólo hubiera silencio, quizá fue el momento que marcó el fin de mi desdicha.

Quizá fue lo mejor porque a partir de ese día las cosas fueron mejores.
Algunos meses más pasaron luego de eso, los besos amargos y los dolorosos cuestionamientos fueron disminuyendo, había aprendido mucho en el proceso y cada día me acercaba un poco más a la luz al final del túnel.

Finalmente llegó el momento donde los pretextos y las postergaciones cesaron, nervioso por lo que pudiera suceder pero firme en lo que había aprendido enfrenté a mi demonio un jueves… Tal vez era otra señal ya que el inicio y fin de este viaje habían sido marcados por ese día…

Aquel tercer y último jueves fue duro, pero menos duro que lo que había tenido que superar hasta el momento. Fue la pieza del rompecabezas que faltaba y el cierre definitivo a ese quizá que no dejaba de doler y que nunca debió plantearse.

Fue duro, sí; fue otra prueba de realidad en un año donde ésta no dejó de hacerse presente, fue la contaminación de otro lugar que alguna vez fue especial, fue la destrucción de uno de los pilares más fuertes que soportaban todo lo que alguna vez creí, fue la última desilusión, fue el último trago amargo, fue otra lección que aprender.

A pesar de que este proceso fue lo más difícil y penoso de este año, debo admitir que hubo varios momentos que lo hicieron también memorable; es más, puedo decir que quitando todo lo antes mencionado (a excepción del aprendizaje), este año fue de los mejores que he tenido.

Luego de 5 años de fanatismo irracional pude por fin ver en vivo a una de las bandas que me había prometido ver antes de morir, fueron 3 noches en las que, al menos por 2 horas, todo era perfecto otra vez, fue una descarga de adrenalina tras otra, fue cantar lo más fuerte que podía, llorar frente a innumerables extraños y brincar con energías que parecían no agotarse. Fueron 3 días que espere años con gran expectación y que jamás olvidaré.

En mi búsqueda de respuestas conocí a muchas personas que pasaron por situaciones difíciles, conocí nuevos amigos y fortalecí lazos que habían sido debilitados por el tiempo y la distancia. Hay una larga lista de amigos y amigas a quienes agradecer por haberme escuchado y entendido cuando las cosas estuvieron más feas, por haberme animado a pesar de que yo estaba encerrado en un estado límbico entre la depresión y la incertidumbre, simplemente por haberme hecho saber que no estaba solo a pesar de todo.

Me di cuenta también de amistades que no valía la pena continuar y de gente cuyas intenciones no eran las mejores para conmigo. Fue más difícil por el hecho de que me di cuenta de esto en el peor momento posible, creo que fue un modo de entender aquella frase: “Llueve sobre mojado”. Sin embargo, estas personas me hicieron valorar aún más a los pocos amigos que, como dicen por ahí, se cuentan con los dedos de la mano.

Viajé a Puebla en compañía de varios grandes amigos, una grata experiencia que merece un post aparte.

Encontré también mi primer trabajo serio, un nuevo reto lleno de gente valiosa y educada del que también he aprendido mucho con base en tiempos medidos y dolores de cabeza. En los 4 meses que llevo de trabajar ahí no ha pasado un solo día que no me diga a mí mismo: “¡Cómo me gusta mi trabajo!”.

Hubo muchas más experiencias buenas dignas de contarse, pero también he aprendido que recordar lo bueno es mucho más fácil que recordar lo malo, así este post queda como el recordatorio de una enseñanza para mí y con suerte para ustedes. Aunque también debo admitir que en este punto ya me dio hueva escribir tanto.

Termino el año siendo alguien muy diferente a aquél que estaba sentado junto a unos gringos que no parecían tener por qué brindar. Cierro este capítulo en paz habiendo perdonado todo y a todos (incluyéndome a mí mismo), no sé que traerá 2010, muchos dicen que será un año incluso más difícil que el que está por terminar, yo sé que estoy preparado y que muy probablemente no será tan malo como dicen.

Y como siempre debemos hacer cambios para bien les aviso que a partir de enero este, su blog, será renovado y traerá una nueva modalidad que aún se está cocinando pero que ya se convirtió en el primer propósito a cumplir. Así que estén pendientes.

Feliz 2010.

viernes, 18 de diciembre de 2009

¿Cómo sabes cuando es momento?

Sabes que es momento cuando simplemente decides que no puedes seguir lastimándote a ti mismo.

Sabes que es momento cuando dejas de limitar tu felicidad a efímeras pendejadas como mensajes y llamadas.

Sabes que es momento cuando has tocado fondo y te das cuenta que las frecuencias ya no son las mismas que alguna vez fueron.

Sabes que es momento cuando tú creías que ella jamás te iba a poner el cuerno y finalmente lo hizo.

Sabes que es momento cuando el dolor ha tomado un punto tan bajo que simplemente dejas de sentirlo.

Sabes que es momento cuando volteas hacia atrás y de algún modo todo lo que tu creías ya no significa nada.

Sabes que es momento cuando logras ver las cosas con perspectiva, nadie vale tus lágrimas.

Sabes que es momento cuando sin importar lo que escuchaste, cierras el libro.

Sabes que es momento cuando dejas de sufrir por una causa perdida.

Sabes que es momento cuando dejas de disfrutar el amargo beso del quizá.

Sabes que es momento cuando hiciste todo lo posible, nada quedó de tu parte y te vas sin rencor y habiendo perdonado todo.

Sabes que es momento cuando te das cuenta de que fuiste mejor persona a pesar de que hasta el último momento pensaste lo contrario.

Sabes que es momento cuando te das cuenta de que mereces algo mejor.

Es cierto lo que dicen… Al final te das cuenta de quién amó más…